Las inundaciones del 59 |
las operaciones aéreas |
|
|
Capítulo I - Cuando la Tierra se transformó en Mar Capítulo II - El Centro de Gravedad Capítulo III - La Aviación Civil |
|
Han pasado 45 años desde que se sucedieron las inundaciones más grandes que recuerda la historia del Uruguay. Para aquellos que no vivimos este acontecimiento, es difícil imaginar la situación en que se vivió en esos días, aún mencionando la frase expresada por uno de los entrevistados: “...parecía una guerra...”. Así pasó en esos días, fue una verdadera guerra contra uno de los factores más devastadores de la naturaleza: las inundaciones. Las de ese año en particular, cobraron una dimensión como nunca vista en nuestro país, ya que todo el territorio nacional sin excepciones, sufrió las inclemencias del tiempo. Como Isabelino (así nos llaman a los nacidos en la ciudad de Paso de los Toros), desde niño he escuchado a los mayores sobre la “inundación del ´59”, con relatos de las peripecias que sufrió mi ciudad natal durante la evacuación, y su posterior reconstrucción luego que las aguas bajaron, pero pocas veces había escuchado o leído sobre la intensa actividad aérea desarrollada, tema que motiva este trabajo. José Abellá |
El 27 de marzo de 1959 era viernes Santo, y, como suele suceder en casi todas las “Semanas de Turismo” o “Semana Santa”, empezó a gotear en algunas zonas del país. Un cronista radial que estaba transmitiendo la Vuelta Ciclista del Uruguay afirmó: “...está comenzando a caer una llovizna pasajera...”. La situación definida por el periodista deportivo como transitoria y aparentemente carente de importancia, terminó en el período de lluvias más duradero y catastrófico que conoció el país, con varios ahogados y heridos en accidentes, así como pérdidas materiales de enorme consideración. Las lluvias fuertes comenzaron el día 3 de abril, superando todas las mediciones conocidas. Cayó agua durante un mes seguido, prácticamente sin otorgar tregua en ninguna parte del territorio nacional. La zona norte del país fue la primera en sufrir las consecuencias y en recibir el auxilio. El día viernes 10 de abril de 1595 la ciudad de Rivera queda aislada. El día 11 se produce el desborde de las aguas del Cuareim, ocasionando inundaciones en la ciudad de Artigas, de donde se evacuan 2.684 habitantes, aislando también a Bella Unión. El Gobierno dispone los esfuerzos combinados del Ministerio de Defensa Nacional, de Salud Pública, de la Cruz Roja, a los que se suman las Enfermeras Voluntarias de Artigas. En un C-47 de la Fuerza Aérea Uruguaya (FAU) arriban representantes del Gobierno para evaluar la situación. La Administración de Ferrocarriles del Estado (AFE) envía un convoy a Artigas con ayuda, demorando su arribo hasta el día 12 ya que las vías fueron destrozadas por el agua. Hacia esta zona se dirige el Cnel. Alcides Martínez, designado Director General de Defensa Pasiva ante la crisis que se avecinaba. El martes 14 de abril, crecen las aguas del Río Tacuarembó y del Arroyo San Luis, ocasionando inundaciones en la ciudad de Tacuarembó dejando a la ciudad prácticamente aislada. También el litoral es afectado. El río Uruguay había crecido doce metros por encima del nivel cero, dejando incomunicadas a varias ciudades como Salto, Fray Bentos y Paysandú, cuyas rutas de acceso no daban paso, sufriendo las mayores consecuencias esta última al evacuarse cerca de cien manzanas. El convoy de trenes enviados a estas ciudades no puede llegar, debido a las vías férreas inutilizadas por el agua. Sarandí del Yí y San Gregorio también quedan aisladas. Se evacúa a la totalidad del personal que en esos momentos estaba construyendo la represa hidroeléctrica del Rincón de Baygorria, Peor aún es la situación de la ciudad de Rivera, la cual continúa totalmente
incomunicada, por tierra y por aire, ya que los caminos de acceso estaban
inundados, las vías férreas destrozadas y reinaba mal tiempo imposibilitando la
llegada de los aviones. La única comunicación que se mantuvo por varios días fue
con el Servicio de Radiocomunicaciones del Ministerio del Interior de las
Jefaturas de Policía y los radioaficionados. Estos últimos en particular,
habrían de cumplir una tarea que fue fundamental durante todos los días en que
duró la crisis, haciendo lo imposible para mantener comunicados todos los
rincones del país, colaborando en la coordinación de las tareas de
abastecimiento, así como en la búsqueda y rescate de personas. También mantuvieron
comunicados a familiares que por las circunstancias se encontraban separados. El día 16 el Gobierno decretó Medidas Prontas de Seguridad y el Ministerio de
Defensa Nacional integró un Comando Único que tenía a su cargo la coordinación
de operaciones de socorro y asistencia social a los damnificados. Continúan las lluvias, registrándose el día 16 un fuerte temporal con ráfagas de viento que alcanzaban los 160 kms./hora, dificultando las tareas de ayuda y rescate. Según un comunicado de la Inspección General de la Fuerza Aérea, emitido a las 20:00 horas de ese día: “El estado del tiempo imperante, caracterizado por fuertes vientos de más de cien kilómetros de intensidad en las primeras horas del día, el bajo ‘plafond’ de nubes, las lluvias y lloviznas persistentes limitaron la efectividad de los medios aéreos. El estado de los campos de aterrizaje en todo el país con pistas anegadas, en general no permitieron la operación con aviones en ellos”.
donde parte un helicóptero de la Armada Nacional, al que se le suman dos helicópteros del rompehielo americano “Edisto”, liderados por un avión de la FAU. En la isla Juanicó (Paysandú) quedan aisladas 70 personas. El país entero se moviliza y diferentes Instituciones del Estado hacen donaciones y aportes para paliar la situación, como Usinas Telefónicas del Estado, la Administración Nacional de Puertos, el Instituto Nacional de Alimentación, el Banco de Seguros del Estado, el Instituto Nacional de Colonización, PLUNA, etc. Asimismo una larga lista de entidades privadas, realizan donaciones en ayuda a los damnificados. El día 18 de abril desde la madrugada, se produce un hecho sin precedentes: los 9.500 pobladores de Paso de los Toros fueron evacuados en masa dado el peligro que representaba la Represa del Rincón del Bonete, que podía superar la cota máxima, y la población de Río Branco es totalmente evacuada hacia el lado de Brasil, organizados por el Regimiento de Caballería “Osorio” del Ejército de ese país. Un bombardero B-25 comprueba que la isla Juanicó está cubierta por las aguas; “No se observaron personas, impresión del piloto es que ya hayan sido evacuadas. Se observaron dos lanchones grandes y botes atracados en la isla.” . Un reportero del periódico “El Plata”, el día domingo 19, a bordo de un C-47 con autoridades que recorrió el país, nos ilustra la situación con sus palabras “...extensas zonas cubiertas totalmente por las aguas, solo permitían ver las copas de los árboles o los techos de viviendas aisladas en el medio del campo. En otros lugares las torres de un molino de viento extractor de agua, o de un molino para cargador aéreo hacían sospechar la existencia de una vivienda que ya no se veía, porque las aguas la habían cubierto (...) en algunos sitios la inundación había adquirido tales proporciones que desde el avión, a quinientos o seiscientos metros de altura sobre el nivel de las aguas, usted extendía la vista y el horizonte que divisaba era un horizonte de agua exclusivamente...”. Este avión arriba luego a la zona del Rincón. Esa misma tarde se procede a la voladura del terraplén al costado de la represa, con la esperanza de que el boquete abierto aliviara la creciente del lago artificial, lo cual lamentablemente no sucedió. Las aguas inundaron la sala de máquinas, ensanchándose la abertura del terraplén el día 23 con otra carga explosiva. El puente Centenario, que une las orillas norte y sur del río Negro, queda bajo agua. Finalmente, hacia finales del mes de abril, las lluvias comienzan a amainar permitiendo el descenso del nivel de las aguas y el lento retorno de los evacuados a principios del mes de mayo. Durante la crisis, el ministerio de Defensa tuvo una labor muy intensa, como lo manifiesta el periódico “El Debate”, en su edición del 21 de abril de 1959: “En el difícil momento que atraviesa el país, es digno mencionar el papel destacado que cumplen las Fuerzas Armadas. El Ministerio de Defensa ha tenido sobre sus hombros la pesada pero honrosa misión de sacar al pueblo de la difícil situación que ha vivido”. Junto al Gral. Cipriano Olivera, estuvieron los Inspectores Generales del Ejército, Gral. Modesto Rebollo, de la Marina, Capitán de Navío Víctor Dodino y de la Fuerza Aérea, Cnel. (PAM) Conrado A. Sáenz, así como el Jefe del Estado Mayor del Ejército, Gral. Enrique Magnani, quien tuvo a su cargo la situación en Paso de los Toros. En ese mismo artículo también se destaca que los “...marinos, militares y aviadores no han tenido descanso en estos instantes, no han escatimado riesgos y han exigido sus físicos hasta las últimas energías en la sagrada misión de socorrer y aliviar al conciudadano en desgracia.”. La dirección de la restauración económica de semejante calamidad fue puesta en manos del General Oscar V. Gestido, quien fuera Presidente de la República siete años más tarde.
El 1º de mayo se realizó un encuentro benéfico entre las selecciones de Uruguay y Paraguay (perdiendo nuestra selección por tres a uno) al que concurrieron 70.000 personas, a pesar de que nuestra selección estaba en franca decadencia. Las medidas prontas de seguridad continuaron hasta el 23 de Junio, cuando fueron levantadas. En esos dos meses y medio se vivió en la austeridad, ya que los recursos escaseaban. Finalmente, la población se fue levantando lentamente para reconstruir un país devastado. |
El Dique a prueba de agua Cuando el Dr. Gabriel Terra ascendió a la Presidencia de la República en el año 1931, se intensificó la intención de la explotación hidroeléctrica del río Negro. De acuerdo a los estudios realizados por un Ingeniero alemán, esta se construiría 15 kms. aguas arriba de Paso de los Toros, otorgándose la licitación a un consorcio germano. Se firman los contratos y el día 18 de mayo de 1937 se colocó la piedra fundamental, que aunque parezca extraño, fue colocada en la Avenida 18 de julio frente a la Plaza Artigas en Paso de los Toros. Las obras comenzaron inmediatamente, contando con alrededor de dos mil obreros. Primeramente se procedió a la construcción y secado de un dique para el asentamiento del muro de hormigón. Se continúa con la obra, y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial trae aparejado un cambio de planes: las turbinas que se encontraban prontas para ser embarcadas desde Alemania nunca salieron de puerto. Se optó por la empresa norteamericana General Electric para proporcionar las turbinas. El primer grupo generador de 32.000 kv empezó a producir energía eléctrica el 21 de diciembre de 1945, quedando inaugurada la primera Usina Hidroeléctrica del país; el segundo generador comenzó a operar en 1947, y el tercero y cuarto en 1948. Esto totalizaba más de 550 millones de KV anuales, siendo responsable por la generación del el 50% del total de la energía eléctrica en el territorio nacional. Además de ser la primera Usina, era la mayor obra de ingeniería del país de la cual los uruguayos, y en particular el pueblo isabelino por su cercanía, se sentían orgullosos. La tremenda importancia de esta obra la transformó en el centro de gravedad de la situación de esos días, opacando quizá lo sucedido en el resto del país. Era el centro de las noticias, y marcó las acciones que se siguieron a medida que las aguas del embalse subían, racionalizando todo el esfuerzo para evitar al máximo algún daño al dique y sus instalaciones. Otro factor a tener en cuenta cuando suceden las inundaciones de 1959, es que
estaba en plena construcción la represa del Rincón de Baygorria unas decenas de
kilómetros río abajo, en la cual estaban trabajando más de mil obreros. Según
los rumores de los pobladores isabelinos de la época, este puede haber sido el
motivo por el cual se demoró la apertura de las compuertas a medida que crecía
el lago artificial, por tener las autoridades el temor de que las aguas
arrasaran la construcción. A principios de abril de 1959, ante las noticias que llegaban de todo el país, a las lluvias que se sucedían una tras otra como nunca se había visto, y sumada la proximidad de la represa de Rincón del Bonete, se comenzó a sembrar el temor en la población. Muchos dudaban de la resistencia del dique, inclusive aquellos que creían en que la represa estaba bien construida y prevista para estos casos. De todas formas, muchas familias por precaución se ausentaron. Inclusive un conocido vecino se llevó hasta las puertas y las ventanas de su casa. Surgieron rumores y comentarios de toda clase. El miedo se extendió llegando hasta Durazno, donde algunos pobladores creían que si la represa se rompía, la creciente se remontaría por el Yí hasta inundar esta ciudad. El día 15 de abril las compuertas fueron abiertas, inundando las zonas bajas de Paso de los Toros provocando la evacuación de 44 familias, totalizando 200 personas. El Concejo Local Autónomo estaba acéfalo, ya que las autoridades municipales que habían tomado posesión de sus cargos el 1º de marzo, no había designado sus integrantes. Frente a esta situación, un grupo de vecinos se constituyó en Comité de Emergencia, con el fin de organizar el auxilio a los evacuados. El Consejo se abocó inmediatamente a sus tareas, sesionando en forma permanente y pública e intentando mantener la serenidad en la población. Las lluvias continuaban, calculándose que en la noche del día 15, cayeron sobre la zona más de 200 mm. Debido a la falta de comunicación entre Rincón del Bonete y Paso de los Toros, por el corte de la línea telefónica, se envió a la represa a un funcionario del Juzgado de Paz, que con su equipo de trasmisión de radio mantuvo hasta último momento las comunicaciones. El día 17 por la mañana, la zona queda bajo el comando del Gral. Enrique O. Magnani , quien arriba al aeroclub local desde el Aeródromo de Melilla en un Cessna cuadriplaza, piloteado por su dueño, el Ing. A. Resgusci. Lo acompañaban dos Jefes superiores, que desempeñaban cargos de Sub Jefes del Estado Mayor. Le solicita al Comité de Vecinos que continuara prestando su colaboración. A las 14:30 horas, el jefe de la Central Rincón del Bonete, Ing. Roberto Maisonave, informó que se calculaba que el lunes 20, el agua llegaría al coronamiento del dique, lo que así sucedió. Llega la noche del día 17 de abril de 1959. A las 21 horas, el Gral. Magnani, quien había realizado una visita al Rincón del Bonete, y, ante la inseguridad de los Ingenieros por la resistencia del dique, toma la decisión de evacuar la ciudad. El Sr. Antonio Quintero, quien se encontraba en el ex–cine Roma ayudando a subir las butacas al segundo piso, recuerda a los soldados ingresando al cine para pedir los altavoces. Es así que la noticia fue llevada por estos altavoces desde los vehículos del ejército, por las radios de Montevideo que trasmitían desde la Inspección General del Ejército y por una camioneta con altavoz que en épocas normales hacía publicidad. Los pobladores comienzan a movilizarse, siendo muy gráficas las palabras del Sr. Pedro Armúa “...recuerdo que yo salía de la reunión con Magnani, iba caminando hacia mi casa, estaban todas las luces del pueblo prendidas y un movimiento de autos extraordinario. Parecía una gran ciudad, y eran las doce de la noche...”.
significaba el abandono del hogar con sus pertenencias y muebles, que seguramente perderían y que quizá muchos de ellos habían logrado con sacrificio, “...la gente se fue con un valor único, una serenidad extraordinaria...”, expresa el Sr. Pedro Armúa; “...fue factor preponderante la maravillosa colaboración y serenidad prestada y demostrada por los pobladores de Paso de los Toros.”, afirma el periódico “Acción” en su edición del 18 de abril de 1959. Estas personas se iban instalando en ciudades y pueblos a lo largo de la ruta hacia Montevideo, en casa de familiares, amigos o inclusive ante el generoso ofrecimiento de la gente. En muchos casos familias enteras se hospedaron en casas de desconocidos: “...lo que siempre hay que resaltar, es la solidaridad del pueblo uruguayo, usted no se hace la idea como la gente los recibía en las estaciones alcanzando agua caliente para el mate, café, chocolate, leche, bizcochos, pasteles, repartiendo entre la gente que iba (...) mucha gente se fue quedando en el camino (...) se quedaban en casas que nadie los conocía (...) no tenían vinculación en ninguna estación hasta Montevideo, ni siquiera en Montevideo tenían conocidos (...) y se quedaron los veinte días que duró la evacuación...” . En uno de los trenes, que llevaba 1.850 personas, solamente llegaron a Montevideo 377. Las restantes 1.473 habían sido invitadas a quedarse en la distintas estaciones que tocaba el tren, en “...una demostración magnífica del espíritu de hospitalidad de nuestros hombres de tierra adentro.” .
Cuando bajaron las aguas, aproximadamente veinte días después, se inicia el progresivo regreso. Casi mil doscientas viviendas afectadas y los muebles destrozados de muchas más. Se constituyeron dos Comisiones Vecinales con el fin de la reconstrucción de la ciudad.
El agua en el embalse continuaba subiendo hora tras hora. La empresa encargada de la construcción de la Represa de Baygorria había tomado sus precauciones evacuando a todo el personal y maquinarias el día 13 de abril, procediendo a la vez al llenado de los pozos de forma de amortiguar la violencia de las aguas una vez que alcanzaran a la obra. Por su lado en el Rincón del Bonete, el día 15 se habían abierto las compuertas para impedir el continuo crecimiento del lago, provocando la inundación de las zonas bajas de Paso de los Toros y a que las obras en Baygorria queden rebasadas por el agua. Como ya se mencionó, cuando el General Magnani no tiene la seguridad de parte de los Ingenieros de que el dique soporte la presión del agua, decide la evacuación. Ya se estaba planeando la voladura del terraplén (conocida como la “Operación Terraplén”) sobre la derecha de la represa, a dos kilómetros al norte de ésta de forma de ayudar a acelerar el desagüe del lago. Para el día 18, las aguas subían a un promedio de 2 centímetros por hora, aumentando a mas de 3 centímetros para las horas de la tarde. Hora a hora se brindaba el metraje de forma de comparar la variación del lago: a las 15 hs., 82.49 cms.; a las 19 hs. 82.53 cms.; a las 21 hs., 82.63 cms y en la madrugada del día 19 a las 01:00 hs., 82.69 cms.
Posteriormente a la conferencia, el Gral. se dirigió al Rincón a supervisar el operativo. Actuando en conjunto, los ingenieros civiles con los militares apuran los preparativos para cumplir con la “Operación Terraplén”. Unos cincuenta hombres habían trabajado por 24 hs. excavando el lado del terraplén que da hacia Paso de los Toros, a los efectos de debilitarlo el máximo posible para que la explosión fuese más efectiva. Multiplicando el esfuerzo humano se sumaron varias máquinas cedidas por los Concejos Departamentales de Durazno y Florida, nueve “Bulldozers” de la Dirección de Vialidad, y una pala excavadora de la UTE, que había trabajado en la construcción de la represa. Se abrieron 19 pozos de 3 metros de profundidad donde sería acomodada la carga explosiva. Según el cálculo de los ingenieros militares y civiles, esta explosión abriría una brecha que con la erosión de las aguas se ampliaría hasta unos 100 mts. de largo. Estaba la duda si la corriente del agua no la ensancharía más, poniendo en peligro a las poblaciones río abajo, incluida Mercedes. A las 15:00 horas, se alejan a los presentes y maquinaria a una distancia segura de un kilómetro. A las 15:40 horas el personal, a través de una línea telefónica de emergencia, informa que los pozos están tapados y la dinamita pronta para recibir la descarga eléctrica. Los helicópteros realizan los últimos transporte de personal.
“En medio de una gran
angustia y con la vista fija en el límite crítico de la represa, y teniendo en cuenta que las aguas de la misma comenzaban a
lamer ya los cables eléctricos colocados para la voladura...”, a la hora 16:37 el General Magnani da la orden, detonándose los
466 kilos de dinamita: “...primero es el silencio, pesado y ominoso. En
seguida, casi simultáneamente, restalla el latigazo de la explosión superando
el murmullo gigantesco del río y la tarde se queda sostenida en una columna de
agua, piedra y fango, que sube (...) 250 o 300 metros...”
.
Según los cálculos, la “Operación Terraplén” sería suficiente. Pero el lago continuaba subiendo. Se habían quedado 157 personas entre ellas técnicos y directores de las Usinas Telefónicas del Estado (en adelante UTE), ingenieros y personal militar quienes contaban con “...un helicóptero, puesto a su disposición permanente...” el cual les aseguraba “...la suficiente provisión de víveres de todo tipo...” . Este personal desde la tarde del 19 forma un paredón de aproximadamente un metro de altura, con sacos de arena y cemento sobre el dique anterior a la sala de máquinas. Quizá a primera vista esta solución parezca muy frágil, pero tiene una explicación: estos sacos de cemento tenían la función de evitar que el agua caiga con violencia si desbordaba la represa, aliviando la caída de las mismas sobre la pared exterior de la de la sala de máquinas, a su vez se inunda voluntariamente este recinto para disminuir la violencia del agua una vez que la alcance, parando las 4 turbinas con el consiguiente descenso del suministro eléctrico a todo el país. La capacidad máxima de desagüe a través de las compuertas y turbinas es de 6.000 metros cúbicos de agua por segundo (m3/s), mas 1.000 m3/s adicionales a través de un canal lateral de 150 metros de ancho previsto en la construcción del dique. Se esperaba que la brecha abierta evacuara unos 2.400 m3/s, lo que sumado se llegarían a 9.400 m3/s. Si bien se logró que el aumento del nivel pasara de 6 cm por hora a 1 cm por hora, no impidió que desbordara la represa e inundara la usina. A esta altura, se calculó que entraban 15.000 m3/s. Lamentablemente el trabajo realizado por los Ingenieros, fue suficiente apenas para atrasar 24 horas el rebase.
Es así que el día 21, con el agua desbordando la represa y como consecuencias de las filtraciones aumentando la intensidad de la inundación a la sala de máquinas, el vicepresidente en ejercicio de la presidencia de UTE, el Sr. Elía Croci, solicita al Gral. Magnani la evacuación por helicópteros, al considerar innecesaria la presencia de los operarios que aún se encontraban en la obra. Algunos hombres lloran por tener que abandonarla. Se procede entonces a cumplir con el operativo aéreo más espectacular que se haya visto por estas latitudes, involucrando a helicópteros uruguayos, extranjeros y a aviones civiles en unas condiciones meteorológicas marginales. Algunos de estos protagonistas, nos relatan su experiencia más adelante.
|
Voluntarios a la ayuda Los vuelos muchas veces se realizaron en condiciones meteorológicas muy marginales, que duraron aproximadamente 12 días, siendo muy gráfica la Sra. Mirta Vanni : “...tuvimos muchísimo mal tiempo, yo tuve más de un aterrizaje por ahí en alguna carretera esperando que mejorara el tiempo para seguir...” . Las tareas de observación principalmente se ejecutaron en el litoral, más bien en las zonas próximas a Paysandú y Mercedes. Debido a la topografía, habían muy pocos lugares donde aterrizar imposibilitando la tarea del rescate, con lo cual los pilotos se limitaron a informar: “...los aviones de observación rastreaban todo eso y avisaban, pero no daban abasto la Policía y los Bomberos para llegar a los lugares...” . El segundo grupo operaba principalmente al sur del Río Negro en contacto con la Policía, y aterrizaban donde se podía para prestar auxilio. Hacia el sureste, en Treinta y Tres y departamentos lindantes, había mucha gente aislada, pero la topografía del lugar permitía algunos aterrizajes de rescate, sin dejar de ser una operación sumamente riesgosa. El tercer grupo, realizaba el transporte de medicinas y en general cubriendo las necesidades médicas aunque también en algunos casos transportaban alimentos, cumpliendo varias misiones ya que eran aviones de pequeño porte. En particular en el Aeródromo de Melilla, prestaron servicio numerosos pilotos voluntarios organizados por la Fuerza Aérea Uruguaya (en adelante FAU), siendo que cuatro de estos pilotos realizaron este tercer tipo de tarea abasteciendo a las ciudades de Treinta y Tres, Florida, Rivera, Tacuarembó entre otras. A este grupo de pilotos pertenecía la Sra. Mirta Vanni. La edición del periódico “El Debate” del 20 de abril, testimonia “...continuaron transportando carga para Tacuarembó los siguientes pilotos: Sra. Mirta Vanni de Barbot, en el avión CX-ACI. Sr. Cukobef, en el avión CX-ARX. Sr. H. Hounié, en el avión CX-AQW. Sr. Henderson, en el avión CX-ASR (...). El Sr. Struch se trasladó a Paysandú en el avión CX-JPF, a los efectos de evacuar un niño enfermo, desde aquella ciudad a Montevideo. Se prevé que aterrice en Carrasco en horas de la noche...”. También figuran otros nombres, como Passegui, Shaffer, Mikolescu, García Pastori, Silveira Riet, Spur, Vanzzino y muchos más que prestaron su enorme colaboración. Las dos empresas nacionales más importantes, PLUNA y CAUSA, también colaboran. La primera envía al Inspector General de la Fuerza Aérea un acta “...poniendo a su disposición todo el material de vuelo, talleres, servicios radiotelegráficos y meteorológicos y la organización técnica, administrativa y de servicio”, colaborando con cuatro aviones DC-3, un Vickers y un Navion. El personal de las filiales del interior resolvió quedar 24 hs. cubriendo sus puestos sin discriminar horarios, principalmente el personal de comunicaciones.
Por esos días, el Servicio Aéreo del Ministerio de Ganadería y Agricultura (en adelante MGA) donde la Sra. Mirta Vanni cumplía servicios, había rematado todos sus aviones, estando en pleno trámite la adquisición de nuevos aeroplanos. Su esposo era funcionario directivo de la empresa Inglesa “Duperial”, importadora de productos químicos para el agro, a la cual el MGA le solicita ayuda cediendo esta empresa un Piper 150 de la Sección Agrícola Ganadera. Este Piper fue piloteado por Mirta Vanni, quien, con sus siguientes relatos, nos transporta a los momentos dramáticos que se vivieron en aquellos días. Luego de producirse las evacuaciones en diferentes puntos del país, mucha gente llegaba a Melilla a solicitar ayuda. Entre estas personas se encontraba una desesperada madre isabelina quien había perdido a su bebé de nueve meses que, durante la evacuación de Paso de los Toros, se lo deja a una señora que estaba a su lado dentro del vagón con la intención de buscar leche. En ese momento se separan los vagones quedando madre y bebé en diferentes convoyes, con destino a Montevideo la primera y a Chamberlain el segundo. Mirta Vanni, al regresar de un vuelo a la ciudad de Tacuarembó, decide aterrizar en la estación Chamberlain. Allí comienza la búsqueda del bebé ¡entre más de tres mil setecientas personas! Hasta que finalmente lo encuentra, “...el asunto es que yo no podía venir con el bebé en la falda, entonces conseguí un periodista que quería volver a Montevideo, y lo traje con él...”. De esta forma regresan a Melilla en el Piper 150, esta valiente aviadora, un periodista y un bebé que retorna al cálido abrazo de su madre. En otra oportunidad aparecen dos personas jóvenes desesperadas porque su padre diabético había quedado aislado en la estancia, por la zona de San Jorge, en el departamento de Durazno. Los peones y el capataz se habían ido y con seguridad estaba cortada la salida por tierra. Le piden a Mirta Vanni si lo puede sacar, quien en uno de sus vuelos localiza el lugar y aterriza en un potrero próximo. El agua estaba aproximadamente a 200 mts. de la casa aislando el lugar, “...yo atacaba motor para ver si salía alguien...”, pero no se divisaba ningún movimiento, solamente el de los perros que ante la llegada del avión se acercaron. Durante media hora se mantiene en ese lugar, hasta que decide decolar y dar vueltas alrededor de la casa. Aterriza nuevamente hasta que, finalmente, aparece un señor mayor de unos setenta años quien ahuyentó los perros, y luego dirigiéndose a la aviadora le pregunta ¡en que la podía ayudar!, a lo que ésta responde que no precisaba ayuda, que lo venía a sacar a él a solicitud de sus hijos. El hombre se niega a salir, porque durante cincuenta años el agua nunca había llegado, y que en esta oportunidad tampoco llegaría. Ante esta negativa, a la rescatista no le queda otra opción que dejarle las medicinas, las cosas que le enviaron los hijos y alimentos, partiendo luego de ese lugar. No volvió a saber de la suerte de este hombre... Estas dos historias nos da una muestra de la situación en que se vieron envueltos todos aquellos pilotos que desde sus pequeñas aeronaves prestaron su ayuda, donde tuvieron que tomar decisiones de vida o muerte y mantenerse en constante lucha con el medio ambiente: “Fue muy, muy dramático todo...” según las palabras de la protagonista. La última tarea que desempeñó esta aviadora tiene un toque diferente. El titular del MGA, el Sr. Carlos Puig, ante el reclamo de los productores arroceros por sus alambrado caídos, decide recorrer el país para comprobar el estado de las cosas y lo hace por vía aérea. Tramita un avión a la Fuerza Aérea y le es cedido el FAU 506, un Piper 150 similar al volado por la Sra. Vanni, al cual, luego de intentar en vano convencerlo de lo contrario, el Ministro le hace tapar la matrícula militar y le colocan “MGA”. Es así que, con un avión de la FAU camuflado, comienzan a recorrer durante una semana las plantaciones, haciendo vuelos rasantes para ver como estaban los alambrados. El Jefe de Talleres del MGA era un militar retirado de la FAU, quien “...se agarraba la cabeza cuando le taparon la matrícula...”, siendo el encargado de retornarlo al aspecto original antes de devolverlo. Es así que esta pionera de nuestra aviación civil termina su actividad durante
las inundaciones, totalizando nada menos que unas 180 horas de vuelo en ese
corto período de tiempo. Tal fue la intensidad de su trabajo...
(ver
"La Aviadora", por Pilotoviejo) Los estatutos del Aeroclub de Paso de los Toros fueron aprobados el 27 de noviembre de 1941, considerándose ésta como la fecha de la fundación del mismo. El propósito de su fundación atendía a fundar un organismo aerodeportivo que atendiera los reclamos vocacionales de la juventud isabelina, que promoviera la formación de pilotos que constituyeran la Reserva del país, y que al mismo tiempo solucionara problemas de comunicación de Paso de los Toros con su zona de influencia. La Segunda Guerra Mundial hizo imposible el abastecimiento de aviones, repuestos y combustible. Pasada la guerra, se recibe la colaboración del Aeroclub de la ciudad de Flores, haciendo posible la reactivación del Aeroclub isabelino. Es así que el día 22 de agosto de 1946 se inició el primer curso de la Escuela de Vuelo con cinco alumnos, entre ellos el Sr. Ernesto Malisia, quien años más tarde participaría activamente en la evacuación del Rincón del Bonete. Debido a que todavía la sede no estaba construida, este curso se dictó en un campo paralelo la carretera al Rincón del Bonete, el mismo campo utilizado para la evacuación del día 21 de abril de 1959. Finalmente en el año 1947 se construyen los hangares, oficinas y pistas en un predio próximo a la Sociedad Rural de Paso de los Toros, lugar que ocupa hasta el día de hoy, al noroeste de la ciudad.
De esta forma los evacuados tenían a su disposición una 4x4 y avión, nada mal comparado con el resto de los evacuados. Luego del almuerzo, decide dar una vuelta por el aeroclub y hacia allá se dirige con su avión particular, llegando en apenas cuatro minutos (demoraba más con los preparativos). De tardecita, cuando el sol cae, se prepara para regresar ante lo cual se le ordena que “...el avión está requisado por la Fuerza Aérea, y usted como piloto civil tiene que estar a la orden...”. Finalmente, el May. Rodrigo, quien ya estaba a cargo del aeródromo y ante el pedido del Sr. Basualdo, instructor del aeroclub, le permite retirarse con la condición de que regresara al día siguiente. Es así que este piloto comienza su actividad aérea aportando su granito de arena, cumpliendo varias misiones de enlace y correo, así como de observación río abajo para comprobar que la gente hubiera abandonado sus casas.
Es así que se completa con éxito toda la operación, contribuyendo estos pilotos a salvar varias vidas con un puente aéreo como no se vio, y no se ha visto más por estas latitudes. Estos relatos, contados directamente por sus protagonistas, nos representan la situación en la que vivieron todos aquellos pilotos civiles que desinteresadamente actuaron en ayuda de los desamparados, demostrando una vez más la solidaridad del pueblo uruguayo. En la edición del 21 de abril del periódico “Acción”, en una nota de la redacción escrita por un periodista que el día 20 se dirigía en vuelo hacia la represa, relata que “...un sol propicio nos encendía de luz el camino aéreo (...) y por él iban y venían también, por debajo y por encima de nosotros, los pilotos civiles de la República trayendo y llevando cargamentos de víveres y medicinas para los lugares aislados por las inundaciones...”; luego los pasa a definir como “...algo así como ángeles guardianes de los damnificados de la campaña, en busca de los cuales salían una detrás de otra con doscientos o trescientos kilos de peso...”. Es interesante un artículo de una revista de la época, en el cual se resume en pocas palabras este sentimiento: “En el trance de apremio que significó el desborde de los ríos y arroyos más caudalosos del país, hubo un grupo de hombres cuyo esfuerzo merece capítulo aparte. Nos referimos a los aviadores civiles, que actuaron infatigablemente, con riesgo y temeridad a la vez, afrontando condiciones climatéricas de máximo riesgo y desplazándose con una Infraestructura calamitosa. Aterrizajes y decolajes en el barro; servicios nocturnos imprevistos; rescates emocionantes; auxilio de mujeres y niños en pleno campo y vigilancia de los lugares críticos, sin contar la colaboración diaria y generosa con la prensa, a la cual prestaron decidido apoyo en su difícil labor informativa (...) esos caballeros del aire que, desde todos los aeródromos de la República, mantuvieron despierta su atención solidaria para con sus compatriotas en peligro.” |
Los trenes aéreos Indudablemente frente a las circunstancias vividas en esos días, la Fuerza Aérea consciente de lo imprescindible de su labor, supo cumplir fervorosamente con su trabajo poniendo al servicio del país la totalidad de sus recursos humanos y materiales, salvando a los que tenía que salvar, llevando y trayendo correo, manteniendo aprovisionados de medicamentos y víveres a varias ciudades aisladas.
Este modelo de avión (cariñosamente conocido en la FAU como “Cecua”) contaba con dos motores Pratt y Whitney radiales de 1.200 HP cada uno, poseía una velocidad de crucero de 370 kms/hr. y tenía una capacidad de carga de 3.400 kgs. o 30 personas. Debido a las copiosas lluvias, muchas de las pistas y campos donde se operaban estaban convertidos en barriales, y era común que los aviones se empantanaran; para eso muchas veces se contaban con yuntas de bueyes que ayudaban a sacar a las máquinas del barro.
También los B-25 Mitchell y los Beech AT-11 Kansan supieron cumplir misiones de transporte, observación y “bombardeo”. En una de esas tantas misiones, un B-25
volando con la mínima velocidad posible, “bombardeó” la localidad de Toscas de
Caraguatá con bolsas de alimentos, ya que el lugar estaba totalmente aislado,
según recuerda el Brig. Gral. W. Jackson. Otro B-25, el día 21, mientras
se cumplía la “Operación Evacuación”, arrojó con paracaídas 1.800 kgs. de carpas
y abastecimientos sobre la estación Chamberlain, en previsión de que los nuevos
refugiados deberían permanecer algunos días en este lugar. Al día siguiente el
FAU 161 en este mismo lugar arrojó con paracaídas 412 kgs. de cargas, acompañado
del FAU 162 que arrojó 368 kgs.. Estas misiones fueron frecuentes y cumplidas en
varios lugares del país.
El siguiente artículo, extraído de una revista de la época, resume muy
claramente la tarea que realizaron los pilotos de los aviones de transporte:
“Son las cinco y treinta de la madrugada de un día cualquiera entre el 16 de
abril y el 10 de mayo. Noche cerrada. Cuatro C-47 con los motores en marcha,
guardando en su interior dos mil kilos cada uno de preciosos alimentos, ropas o
medicinas.(...) Los mecánicos, luego de pasar la noche preparando los aparatos,
activan los toques finales.
Ya llegan allí las tripulaciones que han descansado algunas pocas horas listas
para volar... sobre toda esta escena cae implacable una copiosa lluvia. (...)
Alas seis, decolaron entre la tormenta hacia algún punto aislado del interior.
Allí, con las peores condiciones de terreno, aterrizaron para entregar sus
cargas. Toda la tripulación, inclusive los Comandantes, trabajó en la descarga;
con los cuerpos cansados por innumerables tareas ayudaron a bajar bultos y
paquetes. Luego el regreso. Cerca del mediodía estaban ya de vuelta en
Carrasco. ¿Para descansar? ¡De ninguna manera! Para volver a salir y continuar
su tarea hasta muy entrada la noche.”. El Tte. Cnel. (Av.) Gerardo Maurente,
confirma la veracidad de lo escrito en este artículo. El campo de aviación en Durazno, ocupado por la Aeronáutica Militar desde diciembre de 1936 y compartido entonces con la Air France, se convertiría en la Base Aérea Nº 2, denominada Aeródromo Militar “Tte. 2º M. W. Parallada”. En el año 1959, tenía su asentamiento provisorio el Grupo de Aviación Nº 1 (Reconocimiento Táctico), el cual cumplía funciones de control de fronteras, represión del contrabando y entrenamiento anual, misiones para las cuales normalmente eran asignados los Pilotos de Tropa. A este lugar, desde el año 1953, son destinadas las promociones de Oficiales que reciben sus despachos a fines del año anterior en la Escuela Militar de Aeronáutica, procedimiento que continúa hasta los días de hoy, a efectos de completar su adiestramiento de vuelo. Esta función le competía al Comando de la Unidad y desempeñada por Oficiales Instructores, ya que el Centro de Instrucción y Entrenamiento comenzó sus funciones en mayo de 1959.
En total los aviones de la Base Aérea 2 volaron desde el día 17 de abril hasta
mediados de mayo de 1959, un total de 209.8 horas de vuelo en apoyo a las
inundaciones , realizó el traslado de 73 civiles y operó 67 veces en el Aeroclub
de Paso de los Toros. Tomando en cuenta el pequeño porte y la reducida capacidad
de pasajeros de los aviones conque contaban estos pilotos, cumplieron una
intensa actividad.
"Ningún elogio será suficiente para la tarea
de los Mosquitos Mecánicos.”
El día 16 se recibe orden de proceder hacia Tacuarembó, realizando el mismo procedimiento de reabastecimiento bajo mal tiempo, partiendo también el AT-11 de apoyo hacia esta ciudad. Al arribo se recibe la información de que gente en el paraje La Rosada, cerca de donde se unen el arroyo Tacuarembó Chico con el río Tacuarembó, está en peligro, y hacia allá parte la abeja de metal. La tripulación procede al rescate de los que estaban en una situación crítica, apreciando la misma desde el aire: en un bote de goma hay tres mujeres y cuatro niños, dos de los cuales de pecho. Se procede inmediatamente a la evacuación salvando la vida de estas personas. Al regreso a Tacuarembó se recibe la orden de trasladarse a Paso de los Toros al día siguiente. A su llegada a Paso de los Toros el día 17 y luego de reabastecido, se realizan
vuelos de inspección y de transmisión de órdenes de evacuación. Al día siguiente
arriba el Tte. 2º (PAM) Júpiter Pérez, relevando al Tte. Meyer. Cumplida la evacuación de la represa, los helicópteros quedan el aeroclub a las espera de órdenes. Probablemente este mismo día o al día siguiente (no teniendo el autor un documento que compruebe fehacientemente la fecha), arriba el BR-002, con los Ttes. 1º (PAM) Rufino Casella y Luis Duarte, sumándose a la flota de helicópteros del Aeródromo Militar de Emergencia. Esta misma tripulación traslada el 22 al BR-001 a la Base Aérea Nº2, para efectuarle una reparación y regresando el 24. El 22, en un vuelo de observación en su avión, el Sr. Sampayo divisa a un hombre desnudo en una pequeña isla en el lago aguas arriba, en la región de Achar. Inmediatamente sale a su rescate el BR-002. Al regreso, el salvado cuyo nombre era Justino Rodríguez, cuenta su historia: sorprendido por la inundación quiso salir a caballo, pero el animal asustado lo desmontó arrojándolo a la corriente. Logró despojarse de la ropa y buen nadador, logró llegar a la isla donde fue encontrado y que el agua cubriría en poco tiempo... otra vida salvada por estas máquinas fabulosas y sus pilotos. Entre los días 22 y 23, se practican más ensanches al terraplén; los helicópteros transportaron 3.000 ks. de materiales, entre ellos explosivos, desde la estación Parish al sur del pueblo centenario, hacia el Rincón, además de traslado de personal afectado a la tarea del ensanche. En cierto momento se llega a contar con un total de
ocho helicópteros en la zona
de Paso de los Toros: dos de la FAU, uno de la Armada, dos norteamericanos, dos
argentinos y uno de Brasil, que es enviado a último momento el día 22. El día 27 es relevado el May. Machado por el Cap. (PAM) Alfredo Sosa, quien queda a cargo de las aeronaves. El 1º de mayo regresa a su aeródromo base el BR-002 con los Ttes. Duarte y Casella y el Tte. Pérez regresa en un T-x6. También este día termina sus funciones el May. Rodrigo, retornando a su unidad de origen la Base Aérea 1. Queda el BR-001 con el Cap. Sosa, quien días más tarde volaría con Fidel Castro por la zona, terminando sus tareas el día 17 de mayo. Entre los días 11 de abril al 17 de mayo el May. Machado cumplió con 48.5 hs. de
vuelo, el Cap. Sosa 44.0 hs., los Ttes. Casella 30.0, Duarte 31.1, Meyer 31.6 y
Pérez 30.7. En total las dos máquinas del agrupamiento completaron 152.3 horas
de vuelo. Sus mecánicos fueron los Sgtos. Cloris da Silva y Ribel Batista. También fundador del Agrupamiento, da inicio a su actividad relacionada a las inundaciones el día 16 de abril, actividad que se extendió por varios días. Ante una solicitud del Ministerio de Salud Pública (en adelante MSP), este piloto parte hacia San Gregorio, transportando medicamentos en el lugar del pasajero del FAU 530, un Piper PA-18 (Piper 150). Hace escala en Durazno, recarga combustible y continúa el vuelo hacia su destino, donde las condiciones meteorológicas son adversas. Vira hacia la izquierda con la intención de llegar por el lado norte del río Negro, pero ya la noche está cerca. Sobrevuela un poblado de aproximadamente 30 casas, y decide aterrizar previo pasaje reglamentario. El lugar era la localidad de Cardozo, donde antiguamente pasaba el ferrocarril. No es difícil imaginar el revuelo que causó la llegada de esta aeronave. Todo el pueblo fue a ver al avión y ayudaron a amarrarlo. Después de cenar, lo invitan a escuchar el informativo de una conocida emisora de radio, por la cual informaban de la llegada “...a San Gregorio de Polanco con las vacunas el avión que mandó la Fuerza Aérea...”, pero éste estaba en otro lugar. Luego de pasar la noche, donde “...me trataron maravillosamente bien, dentro de las posibilidades que tenían...” según expresiones del piloto, éste remonta vuelo hacia su destino final al mejorar las condiciones para el vuelo, llegando a San Gregorio con las esperadas medicinas. Inmediatamente le es ordenado ponerse en contacto con el Comando a través de radioaficionados, donde le indican volver urgente a Base 1 cortándose la transmisión sin obtener más datos, pero la orden ya estaba dada.
Durante las evacuaciones Pérez recuerda que en la gente había “...un espíritu de nerviosismo...”, no sabían que hacer. Se le daba prioridad a los ancianos, mujeres y niños. Muchas veces salieron con dos pasajeros, excedidos de peso. Llega una señora con su hijo trayendo a su mascota; la orden era no llevar nada “extra” y debían ser muy estrictos, “...si llevaba un perro, tenía que llevar ochenta...”; se negó a llevarlo dejando a un precioso pequinés. Continúan las evacuaciones quedando por último el operador de radio con su equipo quien cumplió servicio hasta el último momento, manteniendo comunicada a la zona de la represa con el resto del país. Hacia el aeroclub parte con este radio operador, quien al intentar poner en servicio el equipo, constata que se había olvidado del micrófono. Nuevamente parte Pérez hacia el Rincón a buscar este accesorio de vital importancia. Al llegar el agua ya había inundado la villa “...veía que las calles se habían desaparecido...” comenta, con lo cual aterriza en una zona en donde el agua no había llegado todavía, dejando en marcha al helicóptero por precaución. Caminando con el agua por la cintura y adivinando dónde estaba la calle, se dirige hacia la torre donde estaba el equipo de radio. Encontró el micrófono y sobre la mesa ve que hay una naranja pelada, “...en el apuro el operador no se la había comido...”, se la comió para estimularse y regresa hacia su máquina. Para su sorpresa no estaba solo en ese lugar, alguien lo estaba esperando: junto al helicóptero se encontraba aquel perrito pequinés que se había negado a llevar. Lo recoge y regresa al aeródromo con esta extraña carga. Toma al pequinés como mascota, cuyo nombre pasa a ser uno muy original: “Bonete”. Mucha de la gente rescatada por Pérez fue trasladada al Parque de Vacaciones de la UTE en Minas. Esta gente le llevó noticias del piloto a sus familiares que residían en esta ciudad. También reconoce la extraordinaria labor que realizaron los radioaficionados manteniéndose 24 hs. al aire en tres o cuatro turnos, quienes muchas veces transmitían noticias de los familiares. Recuerda Pérez que la vida era bastante sacrificada; a veces iban a la ciudad y la gente, los pilotos civiles, les ofrecían víveres. No se olvida de la angustia por la que pasaron muchos evacuados: “...el momento de las familias cuando se separaban (...) era terrible, si había un matrimonio con hijos, salía la madre con un hijo (...) y después salía el padre con el otro hijo, o debía quedarse hasta último momento (...) venían en coche y tenían que irse con una bolsita...”. Finalmente cuando es relevado, se lleva a su mascota en el T-6. Se toma un servicio especial de tren hacia Minas, escondiendo a “Bonete” en una bolsa y como si supiera lo que estaba pasando, éste mantiene una buena conducta. El día 2 de mayo en el Parque de Vacaciones visitó a muchos de sus evacuados, quienes “...quedaron locos de la vida y lo rodeaban...”. Los que no podían creer lo que veían fueron los dueños originales del pequinés... Algunos números extraídos de la Libreta Personal de Vuelo del Tte. Pérez, nos
completan la intensa actividad que desarrolló esos días. El 19 voló 6.2 hs., el
20 voló 7.3 hs., el 21, 7.2 hs. y el día 22, voló 5.0.
El día 19 de abril Da Costa y Perdomo regresan a Laguna del Sauce. La Aviación Naval participó también otros materiales de vuelo disponibles en aquellos días. Contaba con los SNJ “Harvard”, los Grumman F6F-5 “Hellcat”, hidroaviones Martin PBM5 “Mariner”, PT-19 y los queridos Piper, entre otros, realizando con estas aeronaves misiones de reconocimiento principalmente.
La ayuda extranjera Brasil envía aviones C-47 y Albatros con medicamentos y víveres. También envió un helicóptero matrícula HT-90, a la zona de Paso de los Toros, no encontrando el autor más información.
El Tte. Pérez recuerda que los pilotos de estas máquinas debían desplazar unas bolsas de lastre, probablemente llenas con arena, para mantener equilibrado al helicóptero una vez que eran desembarcados los pasajeros. Estados Unidos colaboró con un C-47, perteneciente a la Misión que la USAF tenía en nuestro país. A cargo de este avión estaban los Mayores USAF John Claunch y Keith Lund, quienes cumplieron varias misiones de transporte. Otra colaboración importantísima fue la recibida por la Marina de Estados Unidos. En Punta del Este, frente a la isla de Lobos, se encontraba el rompehielos “Edisto”, el cual procedía de la Antártida con proa a Buenos Aires. Recibió un cable urgente desde Washington, en el cual se ordenaba pusiera proa a Montevideo a toda máquina, y poniéndose a disposición del gobierno uruguayo, prestara toda la colaboración que fuera necesaria. Llega a puerto en la mañana del día 17 de abril. Su comandante era el C/N H. D. Davinson, quien entre los años 1956 y 1958 se había desempeñado como Jefe de Operaciones de la Misión Naval norteamericana en el Uruguay. Ordena que toda la provisión de alimentos envasados, leche condensada y medicinas que no fuesen estrictamente necesarias, fuesen entregadas a las autoridades uruguayas.
Al ser sorprendidos por las aguas, cuarenta niños de una escuela rural se vieron obligados a refugiarse en el techo de la misma, a la espera de que alguien los socorriera. El piloto del H-13J se dirige hacia el lugar, e inmovilizando la máquina sobre la escuela, el HU-38 fue izando a su cabina y luego dejándolos en lugar seguro, a todos los pequeños, completando la evacuación en varios viajes. El comandante del helicóptero, el Oficial Littlewood, comentó satisfecho luego de cumplir con esta misión: “Si hubiésemos venido solamente para este rescate, ya tendríamos justificado el viaje.” . Otro rescate dramático de la cual fue protagonista esta máquina, esta vez tripulada por Eugene Davis, se dio mientras realizaban un vuelo de patrulla en el río Cebollatí con su copiloto. Dos adultos con un niño en brazos cada uno, estaban con el agua a la altura del pecho y en medio de una correntada peligrosamente violenta. A pesar de que a bordo llevaban víveres y medicamentos destinados a entregarlos en una localidad, proceden al rescate. Suben a bordo a los desdichados. Con la aeronave pasada de peso (seis personas a bordo más la carga) y con la interrogante de si despegaría, el piloto comienza a elevarse cautelosamente centímetro a centímetro logrando rescatar a esta familia, incrementando en cuatro el número de personas salvadas. El 19 ambas máquinas regresan a la Base Aérea 1 en Carrasco, para retornar al día siguiente hacia la ciudad isabelina, participando de varios vuelos de evacuación, rescates y observación como ya fueron descriptos.
|
La visita
Dirigentes Julio María Sanguinetti fue enviado por el desaparecido periódico Acción, cubriendo los acontecimientos. El entonces Coronel Líber Seregni estaba destacado en Paso de los Toros, integrando el Estado Mayor a cargo del Gral. Magnani. Estuvo en la ciudad, en los campamentos para evacuados y en la voladura del terraplén. Por su lado, Luis Alberto Lacalle era un adolescente de 17 años integrante de un
grupo de “boy souts”, que llegó a la ciudad para participar en su
reconstrucción; cumplió la mayoría de edad trabajando en Paso de los Toros. Con
ellos trabajó intensamente el sacerdote Atanasio Sierra, recordado hoy en una calle
de esta ciudad. Las dos primeras empresas de noticieros de cine en Montevideo se llamaban URUGUAY AL DÍA y EMELCO, las cuales años más tarde se fusionaron en NOTICIAS URUGUAYAS S.A. El proceso para editar una película era complejo. Luego de realizar la filmación, el material se veía y se compaginaba en distintas notas o espacios, y una vez completado este paso, se decidía con el director cuales notas iban a ir como “Cabezales”, “Misceláneas” y “Enfoques del Mundo”. Esto se armaba en un original llamado “copión”, se le agregaban los efectos especiales, el dibujante hacía los títulos y luego se le agregaba el sonido. Se hacían 18 copias (nueve de cada sello) y se distribuían los días martes a los cines. Este noticiero estaba una semana exhibiéndose en los cines de estreno, a la semana siguiente pasaba a los cines de segunda, y así hasta completar un mes de exhibición. Las filmadoras usadas eran de la marca Bell & Howell, modelo EYEMO de 16 mm. Pesaban alrededor de 9 Kgs., eran a cuerda (la que duraba aproximadamente 30 segundos) y usaban rollos que permitían apenas un minuto y medio de filmación. Tampoco poseían “zoom” ni foco automático; en su lugar tenían una torre con tres lentes: un gran angular, uno normal y otro teleobjetivo. Sumándose a los límites tecnológicos que poseía el operador, éste hacía el reportaje mientras filmaba, lo memorizaba y luego lo escribía; no había un cronista al lado. En estas empresas trabajaba el Sr. Pedro Boggiani , quien era Director Técnico de ambas empresas y cameraman de oficio. El día 19 de abril de 1959 es enviado a la Base 1 con la orden, emitida por el Consejo de Gobierno a través del Ministerio de Defensa, de filmar la explosión del terraplén. Llega con todo su equipo que constaba de dos filmadoras y varios rollos, cosa de tomarse un buen margen para eliminar errores. Le disponen un AT-11, avión amplio y cómodo, acorde a la tarea que iba a desempeñar. Comienza el rodaje hacia la pista y, antes de ingresar a ésta sufre un desperfecto en la rueda de cola, obligando al avión a mantenerse en un carrousell, haciendo imposible una carrera de decolaje. Un tripulante desciende y constata que el desperfecto no puede solucionarse inmediatamente. El tiempo corría... Envían un vehículo a buscar al reportero, mientras se aproxima la hora de la explosión. Ya no había tiempo para llegar, y en un “agotar los medios” se dispone que un caza reactor realizara el vuelo. El avión: el T-33 matrícula 202. Inmediatamente equipan para el vuelo al camarógrafo, y le dan un “briefing” de unos minutos explicándole las cosas más importantes. Boggiani estaba atento a lo suyo, le giraban otros problemas como cuantos rollos llevar, cómo hacer con la cámara dentro del reducido espacio de la cabina del reactor, la dificultad para darle cuerda (era muy dura), la velocidad del avión y la dificultad de enfocar con el teleobjetivo. Recuerda cuando el mecánico que lo estaba ayudando a atarse al asiento en la estrecha cabina le dijo “...cuidado con esto...”, se refería a las manijas de eyección del asiento una vez que le había quitado los pinos de seguridad , cosa que inicialmente lo dejó preocupado. En total el equipo que dispuso fue de una cámara y tres rollos, lo que le permitiría un tiempo total de 4 minutos y medio de filmación.
Sus impresiones del paisaje del país se resumen en su expresión “...era un lago con islas...”; coincidente con otros testimonios; también recuerda el movimiento intenso que vivieron los pilotos (algunos de ellos militares excompañeros) “...no paraba nadie, era la guerra aquello...”, las tripulaciones mal afeitadas, cansadas, comiendo de apuro porque ya había que salir. El aspecto de la aeronaves estaba descuidado, ya que muchas veces tenían que operar en lugares con barro y no había tiempo para limpiarlas. (ver "Bautismo a reacción", por Pedro Boggiani) Por otro lado, también la prensa escrita tuvo una gran participación informando día a día, hora tras hora los acontecimientos. Para esto usaban todos los medios a su alcance para llegar a los lugares donde la noticia importara. El 27 de abril, un reportero del periódico “Acción”, el Sr. Ortiz Valverde, utiliza varios medios aéreos para poder llegar y volver a Montevideo en 24 horas. Comienza partiendo de Carrasco a las 9 de la mañana en un T-6 piloteado por el Alf. (PAM) José Mella, hacia a Durazno. Luego de una espera, y gracias a la gentileza del Jefe de la Base Aérea Nº 2, el Cnel. (PAM) Danilo Sena, logra una cabina en otro T-6 cuya misión era transportar un transmisor portátil hacia el Aero Club isabelino. Desde allí, aprovecha un vuelo del May. Machado hacia la represa, luego del visto bueno del May. Rodrigo. En la obra se encontraban los ingenieros Mendigui y Val junto con el radiotécnico Castro. En una bolsa de arpillera estaba el “rancho”: pan y un costillar de cordero, que deberán repartir entre cuatro. El reportero se dirige hacia la represa acompañado del Sr. Val, siendo muy poética su descripción: “...caminando por sobre la represa, la enorme muralla de cemento vibra bajo nuestros pies, como una cosa viva que lucha contra algo...”. Luego de recorrer el lugar y hacer una descripción de la situación, a las 17 horas aparecen los dos helicópteros de la FAU, piloteados uno por el May. Machado y el otro por el Tte. Duarte, quienes trasladan a los cuatro hombres al Aero Club. Este periodista regresa de madrugada a Montevideo en un “tren tropero”, resumiendo así su actividad: “...utilizando dos aviones militares, dos helicópteros, una avioneta civil del aeroclub de Paso de los Toros (...) ACCION fue y vino en menos de 24 horas a la represa del Rincón del Bonete, (...) ese viaje de circunvalación se haría normalmente en un par de horas pero que las amargas circunstancias actuales han convertido en una peripecia difícil de realizar hasta para gentes tan avezadas a lo imprevisible como lo son todos los periodistas...”. Una anécdota interesante, extraída de un artículo publicado en internet en referencia a los treinta años del cierre del periódico “Acción”, relata la experiencia de una reconocido fotógrafo y reportero gráfico que trabajó en ese periódico: el Sr. Humberto Pesce. Este señor se escondió en el baño del C-47 que transportó a Fidel Castro en su visita al Rincón del Bonete, burlando a todo el personal de seguridad. “Cuando la seguridad cubana lo descubrió, casi lo matan...”, pero luego de revisarlo y comprobar que no llevaba ningún armamento, se sumó a los fotógrafos que registraron la visita. Debido a esta intrepidez, se ganó la simpatía del que todavía entonces era el héroe de Sierra Maestra. |
Esta ha sido, en síntesis, una humilde muestra con la cual he intentado reflejar los momentos vividos por un pueblo unido ante una catástrofe nacional, y las operaciones aéreas de ayuda.. Hablando en cifras, fueron innumerables las misiones de vuelo realizadas. Quizás no se tenga a ciencia cierta el número real de salidas y de horas cumplidas, así como la cantidad de carga transportada, pero algunos datos reflejan una idea, como el comunicado de prensa de la Fuerza Aérea del día 20 de abril, en la cual se enumeran 37 misiones de transporte, 71 horas de vuelo, 7.400 kgs. de carga transportada, además de 25 misiones de reconocimiento que insumieron 57 horas de vuelo. Ese día se recorrieron 21.000 kms. en 128 horas de vuelo (sin incluir misiones de rescate y sanitarias). A partir del día 21 de abril la FAU comienza a cumplir un “...servicio de correo aéreo con carácter permanente...” . Este servicio enlazaba las principales ciudades del país, entre sí y con la capital Montevideo, incrementando aún más las tareas de vuelo en pro de un servicio tan esencial. Otro ejemplo lo tenemos el día 25: 53 misiones en zonas inundadas, se transportaron 15.600 de víveres y medicamentos además de 40 pasajeros, y se recorrieron 20.080 kms. O como el día 26 cuando se realizaron 32 misiones de transporte en aviones C-47 y AT-11 llevando medicamentos, ropa y víveres a Paysandú, Artigas, Tacuarembó y Mercedes con un total de 16.300 kgs., además de 22 misiones de reconocimiento con T-6. Total de misiones: 79, horas voladas 136, 35.445 kms. recorridos. En total, los aviones de transporte desde mediados de abril a mediados de mayo cumplieron con aproximadamente 1.000 horas de vuelo, realizadas en alrededor de 630 misiones. Sin dudas que la actividad aérea cumplida en ese período no tuvo parangón en la historia aeronáutica nacional, y no ha sido repetido hasta la fecha. Pero más allá de los números fríos que se puedan acumular, hay un sentimiento que quizá no es tan tangible por aquellos que no estuvimos en esas situaciones casi de guerra, situaciones en las cuales afloran los mejores valores del ser humano: la tremenda solidaridad que demostró el pueblo uruguayo para con los más afectados por las inundaciones, y entre ellos los aviadores con su ayuda aérea, solidaridad que tuvo sus héroes en muchas situaciones de riesgo. Hemos escuchado de algunos de ellos sus humildes testimonios; pero con seguridad hubieron muchos otros héroes anónimos con historias que quizá, nunca las conozcamos... José Abellá 2004 |
Fueron muchos quienes colaboraron para poder concretar esta investigación, y a ellos va dirigido mi agradecimiento:
José Abellá |
Documentos varios
Aeronaves participantes Sitios en Internet |
publicado en "Memorias del Tiempo de Vuelo" www.pilotoviejo.com, el 28 de diciembre de 2004