
Cruzar los Andes en
aviones monomotores nunca fue ni será una cuestión
banal.
La cordillera es ancha, sus picos
están muy por encima del techo de servicio de la
mayoría de esas aeronaves, y siempre están rondando
los fantasmas de muchas máquinas con sus tripulantes
jamás encontrados luego de perderse en la inmensidad
helada. Cualquier falla puede convertirse en
un problema de vida o muerte.
Para pilotos de la
Fuerza Aérea Uruguaya, cruzar en 1978 la cordillera en T-6
por el Paso del Cristo, representaba un
desafío exactamente igual al que afrontaron 32 años
antes el Capitán Mariano Navajas y el Teniente
Walter Gianarelli, cuando en 1946, volaron desde
Mendoza a Santiago en el FAU 339, un AT-6 D, en cumplimiento de
la Primera Posta Aérea Militar.
En marzo de 1978, dos
aviones T-6, cedidos a la FAU por la Fuerza Aérea Chilena, deben ser
trasladados en vuelo desde El Bosque, Santiago de
Chile, hasta Carrasco, Montevideo.
Para cumplir esa misión
se designa al Capitán Walter Dopazo y al Teniente
Edgardo Menéndez como pilotos y como técnicos a los
Sargentos Falcone y Moreira. El Comando de la
FAU sabe que la misión no es para cualquiera, y las
designaciones lo demuestran: todos son hombres con
mucha experiencia de vuelo y en cuestiones técnicas.
Pero, más allá de esas cualidades objetivas, las
principales virtudes de estos cuatro hombres y en
especial del jefe de la misión, son su carácter y su
determinación, esas fuerzas que distinguen solamente
a algunos, y que son las que aseguran que el
objetivo se alcanzará sí o sí, no importa cuales
sean las adversidades que hombres y máquinas tengan
que afrontar.
Pilotoviejo
Para
contar algunas anécdotas de ese ferry de los
T-6´s FAU 378 y 379, debería ir a buscar en los
libros de vuelo, fechas, tripulantes, etc. Pero,
a “ojo de buen cubero”, recuerdo que fuimos en
Pluna hasta Santiago. Nos alojamos en un hotel
enfrente a un cerro que tiene un cañón que
disparan cada hora, y después de dar un paseo
por la ciudad, visitamos al Agregado Aéreo, el
Coronel Revello. Tras presentarnos a las
autoridades chilenas, llegamos finalmente al
aeródromo “El Bosque”, donde nos encontramos con
los dos Texan que debíamos transportar.
A primera vista estaban "lindos": plateados con
los colores uruguayos y las matrículas FAU 378 y
379, estacionados en la losa prontos para volar.
Falcone y Moreira, los mecánicos, les hicieron
las revisiones y la inspección por recibo,
mientras que me dedicaba al planeamiento de los
vuelos de prueba. Estos
consistían en trepar sobre el campo a 15.000
pies para verificar que realmente podían
hacerlo, que el motor no fallara, la radio
funcionara, y que el sistema de oxígeno
suministrara el vital fluido necesario durante
el cruce de la cordillera. |
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¡¡ Aquí les puedo decir,
que eso fue maravilloso !! El T-6, con un
ronronar parejo y potente, comenzó a trepar
sobre la capital chilena en un mar de bruma, que
inmediatamente comenzó a cambiar el paisaje de
las casas por una límpida cordillera con sus
picos de eterna nieve. Una vista que jamás se me
hubiera ocurrido ver, y menos volando yo mismo.
¡¡ Fue increíble !!
En la parte superior
del tablero de instrumentos, un cartel enorme
decía “no pasar de 2 G´s”. Obviamente,
respeté la recomendación, y no me acuerdo de
cuestionarme nada más. La idea era llevar los
aviones “a casa” y después se harían revisiones
más profundas. Más tarde, ya en el
Uruguay, me encuentro en los talleres de la BMA
con Falcone (estructurista), que me muestra las
uniones de los planos, donde todos los tornillos
y orificios tenían una corrosión de tal
magnitud, que fue necesario una reparación a
fondo para lograr ponerlos en orden de vuelo.
Pero volvamos a
Chile. La FACH nos agasajó con una recepción
(hasta el día de hoy me acuerdo de las “cholgas”
que no podía tragar; no me gustaban), y cuando
los aviones quedaron prontos, planificamos el
vuelo de regreso decolando bien temprano en la
mañana, para no tener problemas con la
turbulencia de montaña, que se agudizaba a horas
del mediodía.
Edgardo Menéndez,
piloto del FAU 378 |
Este
vuelo lo llevaré en mi memoria hasta el último
decolaje.
Entre tanto para
recordar. tengo fijo en la memoria el 17 de
Marzo de 1978, cuando salimos a volar en
formación sobre Santiago para festejar el día de
la Fuerza Aérea Uruguaya, y luego del pasaje
sobre El Bosque, la Base de la FACH donde
estábamos, el Jefe del Ala de Mantenimiento con
sus Oficiales nos esperaron en la planchada para
saludarnos.
Lo tengo grabado
como un momento muy especial.
Walter Dopazo, jefe
de misión y piloto del FAU 379 |
El vuelo de regreso comenzó con un contratiempo.
Era el Día de la Fuerza Aérea
de Chile, y no había nadie en la Base, ni en
Meteorología, ni en la Torre de Control. Pero nosotros ya
habíamos solicitado los permisos de sobrevuelo
para la ruta, y
debíamos partir. El Cnel. Revello fue la única
persona que nos despidió.
Y despegamos en formación con el actual Cnel.
Walter Dopazo como guía. Yo sabía que tenía que ir
pegadito, pegadito y no perderle en ningún
momento “la pisada”, porque ya desde el decolaje quedé
sin radio, y la verdad, no quería quedar aislado,
perderme y no poder comunicarme con nadie.
Al rato me vine a enterar que la radio emitía,
aunque no recibía. Era una más
antigua que las que usualmente había en nuestro
T-6´s, con manivela para ajustar la
frecuencia. Y parecerá cosa de “mandinga”, pero
la radio del otro avión, el FAU 379, también
falló, pero al revés, porque quedó limitada
a recibir, sin poder trasmitir. De allí en
adelante el FAU 379 recibía
instrucciones y yo trasmitía, procedimiento que
mantuvimos el resto de la misión. Pero no se
imaginan que tipo de trasmisiones. Ya les voy a
contar.
Comenzamos a ascender hacia el norte
hasta Los Andes, donde iniciamos el viraje
para entrar en el corredor del Cristo, y
continuamos ascendiendo hasta los 19.000 pies.
Les puedo decir que nunca había volado un
avión en esas condiciones. Era una “baba”.
Recuerdo que movía los comandos y no obtenía
respuesta. Apenas indicaba una velocidad
anemométrica de 100 a 110 mph, con la nariz muy
arriba, y realmente, parecía que se caía.
Las reacciones del avión eran
tardías y con mucha inercia. Y no olviden que
no teníamos radio para comunicarnos entre
los aviones. En
determinado momento mi avión entra en la
turbulencia del otro, y para no entrar en
pérdida, lo dejo
agarrar velocidad perdiendo altura, y el guía
deja de verme. ¿Se imaginan la desesperación del
Capitán
Dopazo? Tras el aterrizaje, quienes
conocen al "Tate" se lo pueden imaginar, desarmándose
todo con sus movimientos habituales, y
rezongándome, porque no sabía que había pasado.
Mientras disfrutábamos de alguna
manera del Aconcagua a nuestra izquierda, y las
estribaciones del terreno, era forzoso tener
que sacar de la mente las cercanas experiencias
de los sobrevivientes en la cordillera del
accidente del Fairchild FAU 571.

La foto, tomada
desde el 379, muestra la posición forzada del
T-6 FAU 378, volando en su máximo techo
Finalmente llegamos a
El Plumerillo, en Mendoza,
donde había A-4, F-86 y Morane Sounier volando,
y nosotros, que sólo trasmitíamos pero no
recibiamos nada,
incursionamos sobre el campo. Hicimos una vuelta
alrededor, y entramos en final y aterrizamos,
completando nuestra primer etapa, para repostar y
seguir.
Después de hacer combustible y
de los trámites de
rigor, observamos la meteorología, revisamos la
navegación, y partimos hacia Villa Reynolds, en Villa
Mercedes, que queda a la mitad de trayecto
entre Mendoza y Buenos Aires.
El asunto fue al llegar a Villa Reynolds.
Resulta que había una depresión atmosférica
tan grande en las provincias de Córdoba, Santa
Fé y Entre Ríos, que llovíó durante una semana
seguida, con techos bajos y visibilidad muy
reducida. Seguramente se
acordarán de las grandes inundaciones que
también hubieron en el Uruguay en ese año.
Imposibilitados de
volar, durante unos tres días, vivimos muy bien,
atendidos por los colegas de la Base que hasta
nos llevó a
visitar un frigorífico en Villa Mercedes,
mientras veíamos
los A-4 Skyhawk sobrevolar constantemente.
Finalmente, nos vimos obligados a planear una alternativa
para no molestar más.
La
estrategia fue partir y navegar a mínima altura,
aprovechando que el terreno es sumamente chato y parejo, igual
que en nuestro país. Decolamos, y a medida que nos íbamos
acercando a la capital argentina, los techos nos
comenzaron a apretar al terreno. Entonces la solución
fue hacer un poco de “carretera”. Nos "subimos" a
la ruta 3, y no me acuerdo si fue por Labouyete
o Vicuna Mackena, que por poco quedamos
incustrados en una antena de microondas.
Imaginen abrirse a los dos aviones virando
bruscamente uno
para cada lado, luego de las señas
desesperadas indicando el peligro.
La cuestión es que al final llegamos a Ezeiza,
siempre volando a mínima altura. La teoría
de nuestras comunicaciones era que yo reportaba
en el 378, y
Dopazo en el otro avión recibía. El
problema mayor era que, al haber efectuado
todo el trayecto a mínima altura, mi avión,
que tenía menos capacidad de combustible, ya había
comenzado a a indicar vacío en los dos tanques,
y yo esperaba en cualquier momento la indicación de
“baja presión de combustible”, y la luz roja en
el tablero.
Pero gracias a la navegación del Capitán,
llegamos. Recuerdo ingresar en un “360º en altura” en una
pista del aeropuerto internacional, y a los
grandes aviones
de línea saliendo de la pista para
dejarnos aterrizar.
¡¡ Qué bárbaro !!. ¿Se imaginan a los pequeños T-6´s
entre la moles que habían en planchada? Tengo
aún fresco en
mi recuerdo nuestros aviones con un fondo
de Boing´s 707 y 737. Era impresionante.
Pero,
lo más lindo está por llegar.
No nos dejaban decolar hasta no arreglar las
radios. Y así lo hicimos: las "arreglamos". Volví a trasmitir y el
Capitán Dopazo a recepcionar. Cuando me levantaba
el dedo en condición afirmativa, yo reportaba la
matrícula “379 y sección”. Y así pudimos ir
hasta la cabecera de pista. Dí el “pronto”,
decolamos en formación, y enseguida pusimos
rumbo a casa a mínima altura. ¡¡ Que enviaran los Mirages a interceptarnos
!!
Fue rápido y sigiloso. Nos escapamos,
y luego ascendimos y pusimos rumbo a Carrasco.
Pero
como la familia del Capitán estaba en la
Hostería del Club de la FAU en Piriápolis, ya
que era Semana de Turismo, antes fuimos hasta allí
a hacer un pasaje. ¡¡ Fue sensacional !!
Aterrizamos en
Carrasco y estacionamos las aeronaves frente al
hangar de la Brigada de Mantenimiento y
Abastecimiento. Frente a Operaciones estaba el Comandante en Jefe, mi señora embarazada, mi
hijo, mis suegros, mi tía, hermanos, mi mamá, y
mi papá emocionados de nuestra travesía y
aventura.

Casi treinta años
después, la memoria de esta misión permanece
inalterable. Y aunque con
el paso del tiempo, se hace nostálgica porque ya
no volamos, porque hay gente que no está junto a
nosotros, y porque de esos aviones quedan solo
fotos, sigue vigente como
anécdota de vida, de adrenalina, de pasión por
el vuelo,
de compañerismo y vocación.
Edgardo Menéndez,
piloto del FAU 378 |
Los dos aviones debieron
ser sometidos a reparaciones mayores para eliminar
la corrosión severa que los afectaba, y luego
contribuyeron por varios años a prolongar la ya
larguísima historia de los Texan en la Fuerza Aérea
Uruguaya, mientras estaban asignados al Grupo de
Aviación No. 1 Ataque, en la Brigada Aérea II.
El
FAU 378 fue dado de baja el 26 de octubre de 1987,
tras sufrir un accidente, mientras que el FAU 379
fue baja el 11 de octubre de 1990. Ver "Uno
por uno: los 50 AT-6 de la FAU".

El FAU 379 tiene una muy
particular historia, ya que fue el resultado de la
recuperación de partes de varios T-6 de la Fuerza
Aérea Chilena, resultando en un T-6 modelo D en los
papeles, pero con la apariencia de un modelo G.
Esos entretelones se
pueden conocer leyendo
"La
historia del FAU 379 en la FACH".
Pilotoviejo
La antena de
microondas con la que casi colisionamos estaba en Junín. A
esa altura ya veníamos con poco combustible y con la palanca
de mezcla
un par de dientes atrás para intentar economizar al máximo,
y Junín -que era el único alternado disponible- estaba
cubierto aeropuerto y ciudad con un metro y medio de agua.
En
lo que respecta a los equipos de comunicación eran ARC-2 y
los que nosotros usamos en nuestros T-6 en la FAU eran
ARC-3.
La penúltima etapa del vuelo,
hasta Ezeiza, la hicimos en un 90 %
a mínima altura, porque el radiocompass ANR-6
que yo tenía se quedó sin señal cuando estábamos volando por
instrumentos, y la unica opción fue descender y continuar.
Era el procedimiento establecido en caso de
esa falla, dado que intentar regresar hubiera sido
suicida.
Recuerdo que los camiones en la ruta nos saludaban
con las luces. Llegamos a estar por mi altímetro a unos 50
ft o quizás menos en algún momento. Lo que sí tengo claro es
que nunca sobrepasamos los 100 ft.
También recuerdo que cuando ya
estábamos en el estacionamiento en
Ezeiza llegó el camión de YPF para recargar combustible, y
el hombre al
ver los tanques que estaban vacíos me preguntó:
-¿Con qué
combustible llegaron? con unos ojos como el 2 de oro.
Luego de aterrizar
en Carrasco, recuerdo que le manifesté a su esposa
que mejor ladero no podría haber tenido, pensamiento que aun
hoy lo mantengo en todos sus términos.
Cuando llegué a la Hosteria, luego de saludar a mi familia,
fui a saludar a varios Brigadieres y recuerdo que el Brig.
Buadas me pregunto: -Dígame Dopazo, ¿hicieron vuelo
nocturno?
Le respondí que no, y entonces me dice sonriendo:
-Como los vimos pasar muy bajito con las luces
encendidas... Comentario de un jefe volador que quedó en eso.
Lindos tiempos y linda Fuerza Aérea.

De este vuelo me queda
como última imagen la de mi esposa en la terraza de la
habitación del hotel saludándome cuando hicimos la segunda
pasada ya proa a Carrasco. Ya no está conmigo y quizás por
eso el recuerdo es más fuerte.
Doy gracias por
poder revivir uno de los tantos
momentos de esa increíble experiencia que es ser Fuerza
Aérea.
Walter Dopazo, jefe
de misión y piloto del FAU 379 |
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Tripulantes del ferry de T-6 desde
Santiago de Chile a Montevideo, en marzo de 1978
de izq. a der.: Moreira, Dopazo,
Menéndez, Falcone
Publicado en Memorias del Tiempo de Vuelo
en diciembre de 2006
fotografías del ferry de Walter Dopazo y
Edgardo Menéndez
perfiles y diseño web por Pilotoviejo
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